Imagina París a 122 grados Fahrenheit, o 50 grados Celsius.

Las calles de asfalto se derretían en algunos lugares, lo que hacía prácticamente imposible el paso de ambulancias y autobuses. Las luces y los ventiladores podrían cortarse en los vecindarios si se quemaran los cables subterráneos o se cambiaran las cajas de conexiones. El servicio de telefonía celular podría caer a medida que las antenas en los tejados hirviendo dejaran de funcionar. Los trenes se detendrían a medida que los rieles exteriores se hincharan, lo que impediría que las enfermeras, los bomberos y los ingenieros eléctricos llegaran a sus trabajos cuando más se necesitaban.

Esas son situaciones para las que los funcionarios de la ciudad ya están planeando.

"Una ola de calor a 50 grados no es un escenario de ciencia f

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