Abrimos el día con canciones en el transporte, seguimos con melodías en cafeterías o gimnasios, y terminamos escuchando playlists desde nuestros auriculares. Sin darnos cuenta, la música está tan integrada en la rutina que resulta difícil separar qué hacemos solos y qué hacemos acompañados por ella. Pero la verdadera pregunta es: ¿qué papel juega en nuestra mente y emociones?
Un estudio realizado por la Universidad de Montreal con más de 400 jóvenes adultos demostró que la música no se queda en segundo plano. Lejos de ser un adorno, se convierte en un recurso estratégico. Los participantes explicaron que ajustan el tipo de canciones a cada situación: música suave y sin letra para leer o estudiar, y ritmos veloces y estimulantes para tareas físicas como limpiar, correr o ejercitarse.