Hace poco más de una semana, nuestros teléfonos vibraron al unísono con una alerta de tsunami. Por un instante, Lima , esa ciudad que vive corriendo, pero rara vez se detiene a pensar en lo que podría pasar, quedó suspendida en un silencio inquietante. No hubo evacuaciones masivas ni sirenas, pero sí una certeza incómoda: no estamos preparados .
A los días, en Ica , vientos fortísimos (también llamados ‘vientos paracas’) azotaban las calles como si hubiéramos entrado en una película de ciencia ficción. Estadísticamente no pasó a mayores, pero quienes viven en la zona estuvieron desconcertados, incluso frágiles, ante un fenómeno inesperado.
Y, por supuesto, siempre está presente el famoso “silencio sísmico” que, con cada temblor, nos recuerda que vivimos en el Cinturón de Fueg