Acabo de terminar la última novela de Guillermo Arriaga: El Hombre. En mi ingenua soberbia, pensaba que ya lo había leído todo de él —las novelas, por lo menos— y no. Me equivoqué. El hombre —no la novela, sino el propio Arriaga— viene publicando con disciplina y brillantez desde 1991, largos 34 años.

Escuadrón Guillotina, Un dulce olor a muerte, El búfalo de la noche, Retorno 201, El salvaje, Salvar el fuego, Extrañas… y ahora, El Hombre. Una bibliografía vasta, feroz y sin concesiones, que lo confirma como uno de los narradores más sólidos de México. De éstas, sólo he leído las últimas cuatro, de ahí mi pretensión totalizadora.

Por eso no queda sino recomendarlo profusamente. Porque Arriaga, en cada obra, abre una grieta, entre la violencia y la ternura; entre la crueldad y la redenció

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