Lo que en realidad me parece es una especie de juego poco inocente, como el de las dos parejas -tres, las del otro día- en la excelente comedia musical de William Shakespeare donde los efluvios del amor se mezclan con lo desencuentros políticos
Agosto viene siendo una suerte de sueño de verano interrumpido, a raíz de los últimos acontecimientos, con un presidente de los Estados Unidos empeñado en que le den el Premio Nobel de la Paz. La mini-cumbre del lunes en la Casa Blanca con la Unión Europea escoltando al presidente ucraniano Volodimir Zelenski ha dejado desvelado a más de uno. Sobre el mapa, Trump dejó claros los territorios a los que debería renunciar Ucrania, tras la súper-cumbre con Vladímir Putin en Alaska. Mientras, al gobierno de Bruselas parece que le quita el sueño este nuevo giro de los acontecimientos, con Estados Unidos en retirada en plena guerra de Ucrania.
No hace ni diez días, la Comisión Europea enviaba un comunicado de prensa a las 00.12 horas GTM Bruselas, interrumpiendo el sueño de una noche de verano, a través de su canal de mensajería para la prensa. Contenía una escueta “Declaración” del Grupo de los Dispuestos “sobre la paz por Ucrania”: el presidente Emmanuel Macron (Francia), la primera ministra Giorgia Meloni (Italia), el canciller Friedrich Merz (Alemania), el primer ministro Donald Tusk (Polonia), el primer ministro Keir Starmer (Reino Unido), el presidente Alexander Stubb (Finlandia) y la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen. La razón de tanta premura era la reunión entre el presidente de Estados Unidos Donald Trump y el presidente ruso Vladimir Putin, prevista y planificada para el 15 de agosto en Alaska.
En plena canícula, cinco líderes de cinco Estados miembros de la Unión Europea (UE) se reunieron junto a la Presidenta de la Comisión y un líder de un tercer país que podría ser Zimbabue, pero que es el Reino Unido y que ya no es de la UE pero sí de la OTAN. En su Declaración, repitieron su disposición a la vía diplomática iniciada por Putin y Trump, pero“manteniendo nuestro apoyo militar y financiero sustantivo a Ucrania”, incluidas las “medidas restrictivas contra la Federación de Rusia”. Este mismo mensaje y del mismo grupo es el que se ha llevado hasta la Casa Blanca, pese al cambio de circunstancias tras la reunión entre Putin y Trump. Porque, como le dijo una vez Trump a Zelenski, “Ucrania ya no tiene cartas”.
Por cierto, ¿qué influencia tiene la cuarta economía de la UE, cuando priorizan en un comunicado de la Comisión a Finlandia, Polonia o Reino Unido? España no está ni se la espera, obviando al presidente Pedro Sánchez, que se había mostrado últimamente bastante díscolo ante el desenfreno armamentístico de la OTAN, al oponerse a aumentar un 5% el gasto en defensa. Un amigo federalista me comentaba: “Está claro que hay camarillas que buscan influir en la política común de seguridad europea, pero yo lo que veo es un ‘lobby’ presionando a Von der Leyen. Porque, si se impone esta iniciativa, ¿de qué habrá servido el esfuerzo militar y económico de los países europeos? Pues, para nada realmente”.
Y añadía: “Parece que en EEUU han pensado: ‘Que recicle Europa su equipamiento militar viejo, que ya les obligaremos a comprarnos el nuevo’”. Por mi parte, no sé si están todos en la misma línea belicista, pese a que en noviembre de 2022 ya no quedaba stock de armamento en los cuarteles europeos. Nos lo contaba el embajador OTAN español en Bruselas a los seis meses de guerra. Además, lo de renovarnos con las armas de EEUU ya lo tenemos previsto en el Joint White Paper “Rearm Europe 2030” y en el “desacuerdo” comercial firmado entre Donald Trump y Ursula von der Leyen en el Turnberry Golf Resort escocés (Reino Unido) hace dos semanas.
Pero, lo que venían a decir en este comunicado trasnochado, más que nocturno, que se reproducía en el mensaje trasladado en persona por el Grupo de los Dispuestos a la Casa Blanca, es que la “solución diplomática” debe permitir a Ucrania “defender eficazmente su soberanía e integridad territorial”. De ahí su alegato inicial de apoyo incondicional de la Unión Europea a Ucrania con armas y con dinero. Y añadía: “El camino hacia la paz en Ucrania no se puede decidir sin Ucrania”. A mí lo que en realidad me parece es una especie de juego poco inocente, como el de las dos parejas -tres, las del otro día- en la excelente comedia musical de William Shakespeare (1595), “El sueño de una noche de verano”, donde los efluvios del amor se mezclan con lo desencuentros políticos.
Y no quisiera yo aquí, “my godness” -como dice mi suegra-, hacer un paralelismo con el “casamiento” del Duque de Atenas Teseo -Starmer- con Hipólita la Reina de las Amazonas -Von der Leyen-. Tampoco quiero aventurar el resultado de los desencuentros entre Hermia -Meloni-, que está comprometida con Demetrio -Merz-, pero está enamorada de Lisandro -Macron-, aunque no puede casarse con él porque Egeo, su padre -Stubb-, no lo acepta. A su vez, los reyes de las hadas tienen una pelea, que hace que el rey Oberon -Trump- le pida un líquido mágico al duendecillo Puck -Putin- que sirve para enamorarse de la primera persona que uno ve -pongan ustedes el nombre-.
Y no sigo, porque aún no ha aparecido en escena Titania -Kaja Kallas-, pese al protagonismo de Bottom -Zelenski-, presto a presentarse ante el rey Oberon y Puck, en breve, en un lugar de Europa, que no es Atenas. Relean ustedes, queridos lectores, la obra de Shakespeare a ver si coinciden conmigo en este análisis geopolítico y ya me cuentan si he errado en la caracterización de los personajes, o si deberíamos añadir algún que otro actor principal. ¿Tal vez el presidente Sánchez en el papel de Píramo? Aunque ya sabemos que se mata por amor en el primer acto…