En Gómez Palacio, sobre la avenida Aldama, una edificación resguarda un mundo de oración constante, silencio fecundo y resistencia callada. Es el monasterio de las Carmelitas Descalzas, una comunidad de religiosas dedicada a la vida contemplativa que hace 75 años se asentó en la región.

Hoy, son nueve mujeres que desde la clausura sostienen con su vida de oración lo que para muchos resulta invisible, pero que la Iglesia define como esencial: el pulmón que oxigena la fe de toda la comunidad.

Arribo al recinto por ahí de las diez de la mañana. Me reciben cinco religiosas entusiastas, me reconocen, hace cuatro años estuve ahí. Me explicaron un poco de su vida contemplativa y yo con más preguntas que respuestas me quedé a conocer su mundo.

Algo de ello narro en la crónica titulada: Carmelit

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