Todos hemos soñado con dar un pelotazo. Y más aún cuando atravesamos un momento particularmente ingrato de nuestra vida o de nuestra carrera profesional. Hace años viví un momento así. En una de las cárceles de Sevilla, donde estuve dando un taller de escritura, me llamó la atención un preso joven, alto, fuerte, guapo. Era muy educado y escuchaba con atención. Por su acento, era dominicano o venezolano, y supuse que lo habían encerrado por un asunto de drogas. Quise salir de dudas y se lo consulté a la educadora de prisiones. “Mejor que no sepas lo que ha hecho ese tío”, me contestó. Días más tarde busqué en Google y encontré la respuesta: aquel chico educado y atento había matado a su bebé de pocos meses. El caso era complejo porque el acusado alegaba que había sido un accidente doméstico
Si me adoras

93