En una ciudad que a veces olvida a sus viejos, un grupo de jóvenes profesionales decidió hacer lo contrario: recordar. Recordar que los abuelos no estorban, no sobran, no se dejan frente a un televisor. Se acompañan, se escuchan, se celebran. Así nació EMKASA, un jardín para adultos mayores donde los años no pesan, mandan.
No es un asilo. Es casi un colegio, pero sin tareas ni notas, con clases que estimulan la memoria, talleres de arte, música, salidas recreativas y una sala multisensorial que enciende los sentidos. Hay una rutina, sí, pero no rígida; está pensada para que el adulto mayor se sienta vivo, útil, valorado.
Aquí no se habla de abandono, se habla de reencuentro con la vida. Cada abuelito tiene un espacio, una voz, una actividad y, sobre todo, un nombre. Y lo más importante: