Escribe: Czar Gutiérrez
La belleza es una trampa, la risa un artificio, la figura humana un laberinto simbólico. Y todo bajo el gobierno de una notable solvencia rítmica y exquisitez técnica: más o menos así podríamos resumir la obra, a estas alturas ya monumental, de Sergio Camporeale (Buenos Aires, 1937), artista intempestivo y sin escuela cuya trayectoria marcha hacia los 70 años: desde el grabado expresionista en el Grupo Grabas hasta los collages de apropiación digital.
Sin embargo, su núcleo sigue siendo el mismo: una interrogación sobre cómo vemos, qué vemos y qué no queremos ver. Así, no es exagerado decir que su obra funciona como una crítica fenomenológica de la percepción: el espectador debe reconstruir el sentido desde el desconcierto porque, apenas se cruza el umbral visual