Acabo de ver "Dos vidas. Atentado en Sallent" y necesito imperiosamente escribir. Es bueno reposar los sentimientos, pero en ocasiones es imperativo expresar en el momento en el que están a flor de piel. Retumban sobre mis sienes las palabras del padre de José Ángel de Jesús, preguntándose sin respuesta cómo es posible que alguien asesine a quien no conoce . Es la abyección máxima, el odio en estado puro, la pulsión por destruir, el estado depredador de los animales.
Me vienen a la memoria aquellos tiempos de zozobra , toda una sociedad secuestrada por el terror. Aquellas miradas a los bajos de los coches de políticos y periodistas, aquella incomprensión a alcaldes como Elboj por demandar legítimamente seguridad a través de escoltas, aquella manta pesada de tristeza incontrolable,