
¡Qué terrible desastre estamos viviendo! Fuera de España se tiene la idea de que nuestro paisaje es como esa Castilla de leyenda , con molinos, campos pedregosos y sin un árbol en lontananza. Y no es así en una grandísima parte pues, al igual que ha pasado en el planeta en general, nuestro país ha reverdecido con fuerza en los últimos años. Gracias al aumento del CO2 -del que hablamos como si de un gas tóxico se tratara- tenemos una masa forestal muy importante. También por el estereotipo castellano, la gente de fuera piensa que lo típico español son las inmensas y planas llanuras que desembocan en un horizonte tembloroso trazado con tiralíneas. Y, qué va.
Somos el país más montañoso de Europa después de Andorra y Suiza. Por eso, cuando un bosque se quema, algo de los demás se quema, porque en algunos lugares el fuego cuesta de detener. En estos momentos sufrimos una de las peores oleadas de incendios de los últimos años. Las imágenes de los satélites son escalofriantes: más de medio centenar de focos activos repartidos por Galicia, León, Extremadura y Asturias. Como leemos acongojados en las noticias, muchos municipios esperan en suspenso que no les lleguen esas llamas que ya han devorado decenas de miles de hectáreas y que en otras poblaciones han obligado a abandonar sus casas a los vecinos.
Y, al fin, una semana después de que los incendios forestales arrasaran a sus anchas sin piedad, el Gobierno decidió reforzar la respuesta de la Unidad Militar de Emergencias (UME) con más efectivos del Ejército del Aire. Nuestro inmerecido presidente Pedro Sánchez, abandonando renuente la bella finca costera de La Mareta , apareció para anunciar un pacto de Estado para afrontar, dice él, el cambio climático. También dejó sus vacaciones el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska (apellidos reales) , quien aseguró que el Gobierno estaba haciendo todo lo que estaba en su mano refiriéndose también al tan socorrido cambio climático. ¡Qué podemos esperar de un gobierno que tiene un ministerio que se llama modestamente «de transición ecológica»!
Esperemos que el Gobierno no se escude en razones que no están bajo su control como el cambio climático y se centre a partir de ahora en todo aquello que sí, como la gestión y limpieza de los bosques y de las zonas agrarias, a la vez que en la firmeza y prevención de esa lacra que representan los pirómanos, de los que ya llevamos casi 30 detenidos. Si el problema del cambio climático se redujera al ámbito de las ciencias naturales, ya estaría resuelto. Se trata, sin embargo, de un tema endemoniadamente complejo. Una parte del incremento del CO2 que se produce en la atmósfera se debe a la actividad económica. Como los combustibles fósiles son tan baratos, han permitido que un enorme número de individuos haya podido abandonar una situación de pobreza extrema. Los malditos combustibles fósiles son, aún hoy, el principal remedio para la miseria, lo que explica el aumento de la esperanza de vida en todo el mundo. El problema del cambio climático, por tanto, no es exclusivo de las ciencias naturales, sino que también concierne a la economía y, por supuesto, a la política. Y en las ciencias sociales ni hay soluciones únicas, ni estas son perfectas. Por desgracia, cuando alguien discrepa con datos reales es acusado de «escéptico climático» o de «negacionista». Pese a lo mucho que nos va en ello, como esta España hecha un erial ardiente que nos van a dejar los incendios, los debates siguen más impregnados de emociones y de ideología que de razones. ¡Ojalá la transición ecológica se dé hacia la realidad y el sentido común!