Los alimentos ultraprocesados se han convertido en perversos villanos en los debates sobre nutrición. A las patatas fritas, las comidas preparadas y los refrescos, entre productos fabricados industrialmente, se les culpa de una amplia gama de problemas de salud actuales, desde la demencia hasta la obesidad y la epidemia de “adicción a la comida”.
Es más, algunos expertos sostienen que están “formulados específicamente y comercializados de forma agresiva para maximizar el consumo y los beneficios de las empresas”, secuestrando los sistemas de recompensa de nuestro cerebro para hacernos comer más allá de nuestras necesidades.
Los responsables políticos han propuesto intervenciones audaces: etiquetas de advertencia, restricciones de comercialización, impuestos e incluso prohibiciones totale