Toda innovación tecnológica, como las monedas, tiene dos caras: puede servir a fines loables o, por el contrario, a otros cuestionables. Una hoja de acero muy afilada bien puede servir para arar la tierra o convertirse en una espada lista para la guerra. Todo está en el uso; el ser de una cosa o ente se define en su aplicación, y este uso lo determina el ser humano.

Ahora estamos frente a una nueva tecnología venida desde el Lejano Oriente; una que puede marcar un hito en el rubro de la reproducción humana: un útero sintético implantado en un androide. Suena a ciencia ficción, pero no lo es. Estamos hablando de una realidad que está a la vuelta de la esquina.

En el libro clásico de ciencia ficción “Un mundo feliz”, del escritor Aldous Huxley, se describe la fabricación en serie de seres

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