Con papel y lápiz en la mano, Amable , vecino de Jarilla, repasa la lista de árboles que había en su finca. Hoy ha regresado por primera vez desde que se desató el incendio y se topa con la imagen más temida: sus olivos al completo están calcinados. No puede contener la impotencia ni tampoco las lágrimas al contemplar lo que queda de la herencia familiar. Esa tierra, al igual que otra parcela que también ha perdido, nunca fue su sustento, pero sí su orgullo, porque de ella emanan todos los recuerdos de su niñez.

A su lado camina Isabel Méndez, su mujer, quien recorre el terreno en silencio. "Quería verlo con mis propios ojos, todavía no había venido y es desolador. La verdad es que me siento muy decaída, porque esto debería ser todo verde, y ahora está seco, negro. La diferencia

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