Es bien conocido el modo en que Saramago arrancó su discurso de aceptación del Nobel de Literatura: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”. Hablaba de su abuelo, Jerónimo Melrinho, y en cierto modo también de su abuela, Josefa Caixinha, ambos analfabetos. Saramago contaba cómo a veces dormía junto a su abuelo al aire de la noche, contemplando la Vía Láctea en el cielo limpísimo. Contaba cómo, en las noches heladas, Jerónimo y Josefa dormían arrebujados junto a lechones ateridos. Lo hacían para que no se murieran los lechones, pero también para que no se murieran ellos.

Era la vida en el campo, la vida pobre y dura del campo, la de siempre, la que también vivieron mis abuelos paternos. Una vez me llevaron a la casa donde nació mi abuelo Nicolás. Uso

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