Por: Fortunato Rodríguez y Masgo *
Era una noche de agosto de los finales de la década de los 70, caminé entre las románticas y estrechas calles de la hermosa ciudad de Huánuco, observé con mucha alegría un cielo totalmente estrellado, allá en la inmensidad donde las estrellas cobran vida y desde donde nos observan, son “almitas buenas”, como dijo la mamacha Antuquita, aquellas estrellas brillan, particularmente tengo la seguridad una de ellas es mi santa madrecita que se fue al cielo para vivir a lado de taita Dios; eso me reconforta, verla cada noche viva, mentalmente converso con ella y disipo mis penas, me llena un poco de nostalgia, pero la vida tiene que continuar, debo seguir transitando, porque es el camino de la vida, voy a la bella Izcuchaca conocido también pasaje dos aguas