Quizá, después de todo, la vida sea solo una charlotada. Nacemos sin querer, eso seguro, y con un destino final ineludible en el fuego o en un cajón. Entre medio, una sucesión de episodios que aparecen en un momento de ese tiempo, algunos divertidos, otros peligrosos, otros terribles, otros absurdos, otros simplemente ininteligibles. Es posible que la vida siga fluyendo entre charlotadas mientras existe. Quedan los recuerdos, algunos solo, mientras haya un mañana en el horizonte.
El paso del tiempo forma parte de esa vida de cada uno, la conforma y la modifica poco a poco. No sólo físicamente, sino también racionalmente. La simple observación de lo que ocurre alrededor de cada cual se contempla con argumentos y ojos diferentes en un tiempo o en otro. Al igual que la capacidad de análisi