Esa pregunta rara vez es inocente. Cuando alguien propone un café , sabemos que no se trata de la cafeína. Es la antesala de una conversación -muchas veces- incómoda: ese café que trae feedback duro, el pedido de un consejo que duele, la noticia de un despido o de una relación rota. El café, en nuestro día a día, es el escenario donde nos atrevemos a hablar de lo que solemos evitar.
Y en el Perú tenemos demasiados cafés pendientes .
¿Por qué? Porque vivimos en un país donde nos gritamos más de lo que nos escuchamos, donde preferimos disparar un meme antes que dar la cara, donde la política se volvió un monólogo sin guion compartido. Hoy, con decenas de candidatos peleando micrófonos y cero disposición a escuchar, la democracia parece un timeline saturado de mensajes sin interac