La jornada continua estival permite a miles de empleados mejorar la conciliación y muchos la reivindican para todo el año; se ha adoptado como medida preventiva ante el calor en sectores como la construcción
Trabajar menos, pero también mejor: a la conquista del tiempo y de un empleo que no enferme
Estos días, miles de empleados que no están de vacaciones y suelen trabajar por las tardes finalizan sus horarios alrededor de las 15 horas gracias a que tienen jornadas intensivas en verano. “Reconozco que me da la vida”, dice Carla, trabajadora de una gestoría y consultoría de automoción, que normalmente sale a las 18 horas. “En verano me puedo permitir hacer más planes, descansar más y estar más tiempo con mis hijos”, celebra, o echarse la siesta e ir a la piscina con los pequeños. El resto del año, tras el trabajo apenas puede “preparar las cosas para el día siguiente y alguna actividad con los niños”. Poco más.
Las jornadas intensivas o continuas pueden ser fruto de acuerdos en los convenios colectivos de cada sector, “una minoría, que no supera el 15%”, calcula Fernando Luján, vicesecretario general de Política Sindical de UGT, o que estén pactadas dentro de las empresas. “Que es lo más común y tiene sentido que sea así”, considera el sindicalista. En algunos trabajos, se ha adoptado como una medida de prevención ante las altas temperaturas, como en la construcción, mientras que en otras actividades funcionan más como una ventaja horaria para los empleados coincidiendo con meses en los que suele haber menos actividad, como en oficinas y banca, por ejemplo.
En pleno debate sobre la reducción de la jornada en España, cuya primera cita parlamentaria se retrasó a después del verano, estos horarios continuos en época estival son un “botón de muestra de cómo se pueden cambiar los usos y costumbres de la jornada laboral en nuestro país”, considera Javier Pacheco, secretario de Acción Sindical y Transiciones Estratégicas de CCOO.
“Hay que empezar a hablar del tiempo de trabajo y no solo de reducción de jornada, porque es un aspecto concreto, pero el gobierno de los tiempos del trabajo nos tiene que permitir una vida diferente”, añade Pacheco.
Hays, multinacional de recursos humanos, destaca que lejos de ser un mero “extra”, “la jornada intensiva se ha convertido en una política básica” de personal. “Si bien no suele ser la razón principal para cambiar de empleo, sí es un factor decisivo para mantener la satisfacción y la fidelización del talento”, indica Fernando Calvo, director de People & Culture.
En los últimos años, y especialmente desde la pandemia, la conciliación ha ido ganando terreno en las demandas de los trabajadores. El Employer Brand Research 2025 de Randstad sitúa precisamente la mejora de la conciliación como el principal motivo de los trabajadores encuestados para cambiar de trabajo (46%), “por encima de otras tradicionalmente determinantes como la baja remuneración (32%) o la falta de oportunidades de crecimiento profesional (27%)”.
Que el trabajo permita “tener más vida”
“La jornada intensiva es una maravilla, ojalá pudiera tener este horario todo el año”, dice por su parte Jaime, empleado de una agencia de comunicación, que en general sale a las 18.30h, pero en julio y agosto cierra a las 15.30h. “Durante el año tenemos 40 horas semanales y en julio y agosto 37 horas y media”, explica.
Carla y Jaime destacan que, trabajando solo un poco menos, la jornada intensiva de mañana supone un gran cambio para su vida personal. “Durante el año, parece que cada tarde después de trabajar solo puedes hacer una cosa, y tienes que elegir. Si hago deporte, solo puedo hacer deporte. Si tengo que hacer la compra o limpiar, no puedo hacer nada más. Cuando llega julio, es una alegría porque de repente me da tiempo a hacer varias cosas. Hay tardes que hago la compra, deporte y son las 19.30h y aún me da tiempo a irme a tomar algo con mis amigas. El tiempo me cunde mucho más”, explica el trabajador.
Victoria, administrativa del sector público, también tiene horario intensivo en verano. “Salgo una hora antes, a las 15 horas normalmente y en verano a las 14 horas”, explica. Aunque siempre trabaja de mañana, esa hora marca la diferencia para que durante el año no llegue a recoger a su hijo a la guardería y ahora en verano sí pueda hacerlo. “Pero cuando más lo notaba era trabajando en la empresa privada, que salía a las 17h o a las 18h”.
Entonces, y sobre todo cuando trabajó en Madrid capital y tenía que volver hasta su casa en Alcalá de Henares (a unos 40 minutos en transporte público), “lo notaba muchísimo”. “A veces cuando llegaba no podía ni ir a una farmacia, porque te das cuenta que son las 20h y está cerrado”, afirma.
Los trabajadores contactados coinciden en señalar este tipo de jornada como un elemento de atracción de personal y de motivación en su desempeño. “En abril ya estaba pensando que nos quedaban dos meses para la jornada reducida”, se ríe Victoria. “Me aliviaba y me motivaba. No tenía que preparar tupper para comer en la oficina, no hay tantos atascos a la vuelta... Es todo. Sales a las 15h, comes en tu casa, descansas un rato y a las 17 horas, que es cuando sales el resto del año, empieza la tarde y puedes aprovechar para otras cosas, hacer algo de ocio. Es robarle minutos a esta vida que nos consume”, analiza la administrativa.
“Estaría bien que esta forma de vida, en la que tu trabajo no te quita todo tu tiempo y lo puedes compatibilizar con hacer otras cosas, no fuese una excepción veraniega, sino que fuese lo habitual”, considera Jaime, que cree que en muchos casos las empresas podrían extender estas jornadas intensivas al resto del año, tal vez con algunas tardes excepcionales de trabajo. “Si las empresas apostaran más por esto, creo que podrían captar talento y atraer a gente, que les valdría la pena”, opina.
Facilita también “la igualdad y la corresponsabilidad”
En CCOO destacan además que la jornada intensiva o continua “ayuda a la conciliación”, como expresan Carla y Victoria, “y también fomenta la corresponsabilidad”, destaca Javier Pachecho. “Que las mujeres, pero también los hombres participen. Es una medida que promueve espacios de corresponsabilidad e igualdad”, explica el secretario de Acción Sindical y Transiciones Estratégicas de CCOO.
En muchos casos, las mujeres son las que reducen sus jornadas –con la consiguiente merma de salario– para poder atender los cuidados familiares en sus casas, ya que a menudo los horarios del trabajo no son compatibles con los de la salida de los colegios. Este tipo de jornadas intensivas permitiría a muchas mujeres salir temprano y cumplir sus horarios completos.
“Ayuda a contener la brecha salarial entre hombres y mujeres, evidentemente. Las reducciones de jornada y las jornadas parciales involuntarias son brechas de ingresos entre las mujeres y los hombres en el ámbito laboral”, recuerda Pacheco.
“Y está demostrado que no cae la productividad, al revés”, añade el sindicalista de CCOO, una idea que también señalan desde Hays. “Aunque podría pensarse que reducir horas laborales en verano afectaría negativamente la productividad, en la práctica, el cambio de mentalidad y la mejor conciliación compensan”, apunta la multinacional de recursos humanos.
“Esto tiene mucho recorrido en nuestro país, por mucho que la patronal se sitúe en escenarios del siglo XX y XIX”, sostiene Javier Pacheco. En UGT, Fernando Luján considera que la oposición empresarial a la reducción de jornada es “impostada y política”. “La jornada media en convenio es de 38,4 horas, no llega a una hora de reducción a la semana, no es un debate serio”, afirma. Y señala que los recelos empresariales se deben en realidad “al refuerzo del registro horario”, que puede aflorar cientos de miles de horas extra ilegales que se realizan cada semana.