La mañana en que se acabó el mundo. Era un 24 de agosto, como hoy, pero hace 484 años. Casualmente, también era domingo. En este valle de los Aburráes —del cual nunca sabremos con certeza cuál era su nombre original, o incluso si tenía nombre—, ninguno de los pocos nativos de este paraíso de primavera eterna, entre quebradas cristalinas y árboles frutales, podía imaginar que ese mismo día se les acabaría el mundo.
Mientras el sol despuntaba, los indígenas notaron en la distancia la presencia de unos seres extraños. Hoy sabemos que uno de ellos se llamaba Jerónimo Luis Tejelo, que recibió la orden de su capitán Jorge Robledo —mientras este acampaba en lo que hoy es Heliconia— de dar una vuelta a ver si encontraba el supuesto tesoro de Arbi, y que fue a explorar al frente de un comando de v