La historia de América Latina está marcada por las huellas de las botas estadounidenses. Intervenciones abiertas, golpes encubiertos, sanciones económicas y bloqueos diplomáticos : cada época tiene su sello. Y cuando los buques de guerra de Estados Unidos se acercan a las costas de Venezuela, la memoria regional viaja de inmediato a menos de 1,500 kilómetros de distancia, a un episodio que parecía enterrado: la caída de Manuel Antonio Noriega en Panamá.

El paralelismo no es gratuito. Y tiene mucho sustento. En 1989, Washington acusó al general panameño de narcotráfico . Convertido en un estorbo para los intereses de seguridad, debía salir del poder. Aunque también pudo ser a la inversa: primero se decidió su salida y luego se le acusó. En cualquier caso, la operación militar fue

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