Chihuahua, Chih.- En la calle De la Llave, entre la Trece y Diecisiete, mi vecina que era enfermera, vivió toda su estancia en esa casa en frente de la mía, en un constante estado de terror.
Yo misma me quedé una noche con ella para acompañarla y calmarla, con la intención de demostrarle que todo lo que aseguraba que veía, sentía y escuchaba, era producto de los nervios. Pero quien terminó por casi enfermarse de los nervios, por el contrario, fui yo.
Era aquélla una casa del mal, indudablemente.
Para empezar, las paredes estaban pintadas de rojo y de negro, y todo el mundo sabe que son colores que afectan el ánimo de quienes viven en medio de ellos.
Yo ya había escuchado de todos los inquilinos anteriores a doña Refugio Galván (“Cuquita”), historias diversas de lo que la casona hacía