se fue como vivió: sin hacer ruido. Sin embargo, su ausencia ha dejado una huella imborrable que, hoy, un año después de su muerte, persiste y es añorada por todos los que la conocieron. Se marchó con el luto de su padre prendido en las entrañas, a los 46 años, y con muchos sueños y proyectos aún por cumplir. Su partida fue tan discreta como su forma de ser, pero el vacío que dejó sigue muy presente en su familia y en quienes la querían.

Hoy, sus seres queridos recuerdan a la mayor de los Goyanes con un cariño indefinible y en la más absoluta intimidad. Su madre, , ha declarado a LA RAZÓN: «El aniversario de su muerte lo vamos a pasar todos juntos, en la mayor intimidad. Os damos las gracias por seguir recordando a mi hija». Profundamente creyente, Caritina siempre agradecía a Dios

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