Un viejo juego de naipes consiste en descreer de lo que declaran los ocasionales rivales. Al grito de “desconfío”, que así se denomina el entretenimiento, se va desafiando lo que dice -ya sea la verdad o mintiendo- quien lanza la carta sobre la mesa. Si acierta le endosa el pozo a su rival y si erra en su percepción se debe quedar con el descarte del adversario y el resto del mazo. Gana quien se deshace de todos sus naipes y pierde quien se equivocó más con sus intuiciones, que termina quedándose con todo el mazo y perdiendo la partida.
Algo de eso nos está pasando con la realidad de estos días. Un caso puntual es el de la inflación presuntamente controlada y mostrada como –a esta altura de la gestión libertaria- casi como único logro del gobierno nacional.
Como prueba de esa desconfianz