Barcelona Para muchos, la vivienda no está en crisis. No porque ahora no sea un problema, sino porque consideran que lo ha sido siempre. Es estructural, dicen, como lo es el ahogo por pagar el alquiler o la posibilidad de que, de un día para otro, llamen a la puerta para desalojar a tu vecina o, con menos suerte, a tu familia entera. Tanto quienes quieren cambiar las normas como quienes piensan que construyendo más es suficiente, se enfrentan a una realidad tan nueva como innegable: una superposición de crisis que agrava aún más el acceso a la vivienda.

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