ICuando se produjo la Restauración Meiji en Japón, en 1868, Okakura Kakuzō tenía cinco años. Su padre vendía seda en Yokohama y él jugaba a la guerra con los niños del barrio: corrían entre los rollos de tela, se escondían detrás de las macetas, imaginaban que las varillas eran katanas. No lo sabían, pero en pocos años, cuando el gobierno Meiji reprima la Rebelión de Satsuma, los samuráis, tal como se los conocía, dejarían de existir.

El imperio estaba entrando en una transformación profunda y decisiva: tras casi dos siglos y medio de shogunato —lo que se conoce como gobierno militar—, el emperador volvía a ocupar su histórico rol político y de conducción. Dejaba de ser lo que su símil europeo, el papa, un líder religioso; ahora Mutsuhito , el emperador Meiji, conducía el Imperio del

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