Denise Dresser (*)

Escribo sobre Fernández Noroña como se escribe sobre cualquier bufón del palacio. Un personaje pintoresco que se gana la vida a gritos, confunde la tribuna con un cuadrilátero de box, embrolla el debate con la descalificación y desvirtúa el argumento con la injuria. Escandaliza, entretiene y arranca carcajadas. Ojalá se hubiera conformado con ese papel circense. Pero Noroña ha sido algo peor: un bufón dañino, corrosivo para la vida pública, tóxico para el Congreso. Un bufón que ha contribuido a la degradación política e institucional del país.

Durante años, me ha difamado. Al menos en nueve ocasiones me ha acusado de ser “espía de la CIA”, distorsionando una referencia en documentos filtrados por Wikileaks, al igual que López Obrador. Nunca respondí porque siempre lo c

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