Ahí, cada día amanece entre ráfagas, levantones, ejecuciones y el silencio cómplice de las autoridades que, a pesar de sus discursos, parecen incapaces de frenar la barbarie.
La tragedia no distingue entre culpables y ajenos, entre quienes eligieron el camino del crimen y quienes nada deben. Esa es la herida más dolorosa: los niños y niñas que caen en medio del plomo, como víctimas de una guerra que jamás eligieron. Sus juegos son interrumpidos por las balas, sus sonrisas borradas por un destino cruel que los atrapó en el lugar y momento equivocados.
Hace apenas unos días, la noticia de la influencer Esmeralda Ferrer, asesinada junto a su esposo y dos hijos , de 13 y 7 años; recorrió las redes sociales y noticieros. El caso cimbró porque la violencia, además de arrasar con vidas, exhibió