“Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeños.”

Mateo 18:14.

Hoy escribo con el corazón desgarrado. He visto muchas noticias de dolor, de tragedia, de violencia absurda, pero confieso que la historia de Valeria Afanador me partió el alma de una manera distinta. No solo porque era una niña de apenas diez años, con el rostro marcado por la inocencia y la ternura de quien nació con síndrome de Down, sino porque su ausencia desnuda la crueldad de una sociedad que ha perdido la fe, que se ha olvidado de Dios y que ya no tiembla frente a la injusticia.

¿En qué momento nos resignamos a que el mal tenga la última palabra? ¿En qué instante se volvió normal escuchar que un niño desaparece en su colegio y hallarlo sin vida días después, como si

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