Si nos atenemos a las realidades más visibles, a los hechos ya las estadísticas, parece que no podemos; que los venezolanos no podemos frenar la decadencia y la invasora pobreza y mucho menos retomar el ritmo nacional de ascenso económico y social que vivimos en la segunda mitad del siglo XX. Los gráficos de la decadencia del producto interno bruto (que en una década reciente se redujo a su quinta parte) y de la inversión pública y privada, junto con el desolador panorama escolar con sueldos de vergüenza y ausentismo programado, el enfermizo servicio público de salud y el salario mínimo venezolano en los primeros lugares, entre los más bajos e inhumanos del mundo, y con millones de venezolanos forzados a buscar oportunidades de vida como emigrantes sin patria, surge la pregunta ¿podemos en

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