“Mis padres lucharon en la guerra y ya me contaron todas las barbaridades , doy gracias a Mao y el resto de líderes por salvarnos del fascismo”, señala Li Yu Fang , de 71 años. Tres generaciones han acudido esta lluviosa mañana estival al Museo de la Guerra del Pueblo Chino contra Japón , levantado en un esponjado distrito del suroeste pequinés. Su hijo cuarentón ha traído al nieto porque “todos los chinos tienen que saber qué ocurrió” y descarta que esa fotografía con cabezas sobre el barro pueda provocarle pesadillas. “Es en blanco y negro”, desdramatiza. Y sentencia: “China no invadirá ningún país pero tampoco permitirá que la invadan. Ya no somos un país débil”.
China celebrará mañana con un imponente desfile militar el 80 aniversario de la victoria en la que aquí se conoce