Aunque el 80% de los cuidados recae en las familias, la ley de dependencia propicia que cada vez haya más empleadas, que relatan un trabajo muy duro con gran implicación

“Estamos mal miradas. Somos como una limpiadora, una criada, una chacha, y yo no soy nada de eso”, dice María, de 35 años, los últimos 15 dedicados profesionalmente a cuidar a personas con Alzheimer. También se expresa así: “Para mí es una gratitud mi trabajo y cómo lo hago. Es una alegría trabajar con las personas”. Esta dicotomía entre la sensación de ninguneo y el orgullo es frecuente en esta profesión, según las autoras de un estudio cualitativo sobre las condiciones de las auxiliares publicado en agosto en Gaceta Sanitaria , la revista científica de la Sociedad Española de Salud Pública.

Si le preguntan quiénes

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