Mi abuelita, mi “mami”, siempre fue “volada”. Mamá de cuatro hijos y esposa de un marido ícono del patriarcado, se desenvolvió como dueña de casa. Se embarazó a los 16 años, venía de una familia tradicional, con padres ausentes por trabajo. Sus hermanos hablaban de ella como una niña alegre, que deslumbraba en los malones y tenía enamorados por doquier. Pero Tito fue su gran amor. Se conocieron en un paseo y nunca más se separaron.
La señora Irene, como la conocían en el barrio, pagaba con fósforos en los almacenes, más de una vez se llevó un paraguas ajeno y hasta mandó cariños a la hermana de una vecina que ya había muerto. Olvidaba las ollas encendidas, las luces, los horarios, las citas… pero siempre estaba ahí.
Cuando sus “voladuras” fueron demasiadas, mi tata empezó a medirle todos