El díscolo líder surcoreano Kim Jong-un volvió al escenario internacional convertido “en una estrella”, en un plano de igualdad con Xi y Putin, por encima de una veintena de líderes de países más ricos o con vínculos estrechos con Pekín que presenciaron el desfile más alejados. Una potente imagen de respaldo de dos potencias al régimen stalinista.

Su proximidad al mandatario anfitrión significa un triunfo diplomático mayor al logrado por sus antecesores con el gigante asiático.

La imagen también representa una señal positiva acerca de las aparentes intenciones de Pyongyang de reencauzar los lazos con Pekín tras un período de enfriamiento motivado por la cooperación militar norcoreana con el Kremlin en Ucrania. El gesto de Xi indicaría que ya no rechaza esa alianza, cada vez más afianzada

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