La permeabilidad intestinal forma parte del diseño del cuerpo: la barrera deja pasar nutrientes y filtra lo que sobra. El problema llega cuando esa puerta selectiva queda demasiado abierta (hiperpermeabilidad) por cambios en la microbiota: menor diversidad bacteriana, disbiosis y un paso desordenado de moléculas hacia la sangre. El resultado es inflamación de fondo y un sistema inmune con exceso de labor. En el día a día, esto puede sentirse como gases, distensión, diarrea o estreñimiento, dolor abdominal, fatiga y dolores de cabeza; a largo plazo, se asocia con trastornos sistémicos y con cuadros intestinales inflamatorios (como intestino irritable o enfermedad de Crohn).

El intestino conversa con el cerebro a doble vía. Estrés, preocupación y ansiedad impactan la microbiota y, en efecto

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