“Había pintado un Franco (…) que recibía las bombas que desde las nubes le entregaban Hitler y Mussolini, y las lanzaba encima de la población civil de las ciudades”. El artista catalán Antoni Clavé (Barcelona, 1913, Saint-Tropez, 2005) explicaba así en sus memorias, publicadas poco después de su muerte, cómo no tuvo más remedio que exiliarse a Francia poco antes de que terminara la Guerra Civil. A esa obra la llamó El enviado de los dioses, un título suficientemente burlón como para decidir dejar Catalunya. Fue un motivo más, puesto que Clavé se opuso sin tapujos al bando nacional.
Clavé se trasladó entonces a París, la “Meca de todo artista” como explica él mismo y donde desarrolló el grueso de su carrera profesional. No volvió a Catalunya hasta muchos años después. El exilio no hizo