Los mandatarios chino y ruso hablaron de la posibilidad de “trasplantes indefinidos” y de extender la existencia hasta el siglo y medio. Cómo la revolución científica de esta época reaviva anhelos y renueva dilemas éticos.
La humanidad, al menos en Occidente, siempre anheló conquistar la inmortalidad. En el siglo XVII, con la ciencia, su método y sus promesas de progreso indefinido, ese deseo pareció adquirir otro pulso. Sin embargo, nada fue demasiado serio hasta el presente, cuando las revoluciones de la biología molecular, la informática y la inteligencia artificial llevan el tema a otro nivel. Tanto que son los propios jefes de Estado de las naciones más poderosas del mundo quienes coquetean con la idea de –sencillamente– vivir para siempre.
Esta semana, Vladimir Putin y Xi Jinping (