Montes que arden, trenes que no llegan a sus destinos, carreteras bacheadas, inundaciones sin control, apagones generalizados.. . Esa fotografía, que se podía considerar inédita hasta hace pocos años, comienza a ser habitual en el panorama español. Lo que hace unas décadas podía verse como un hecho aislado o excepcional, hoy, comienza a ser un verdadero quebradero de cabeza que dificulta cada vez más el día a día de los ciudadanos. Los problemas en el transporte, el deterioro de las infraestructuras y la fragilidad de los servicios públicos generan una sensación de precariedad inédita. Emergencias climáticas, sabotajes o ciberataques son algunas de las justificaciones a las que el Gobierno se agarra para explicar tanta fatalidad. Sin embargo, si se realiza un análisis más pormenorizado d

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