Un niño con equilibrio precario pronto descubre la dureza del suelo y el perfil afilado de las esquinas. Tu hijo aprendió a andar con dificultades, a costa de dibujar en su cuerpo un mapa de heridas, raspaduras y cicatrices. Mil veces recuerdas tenerlo en brazos, tras un fracaso de la verticalidad, susurrándole palabras tranquilizadoras en suave compás, mientras él dejaba largas estelas de mocos en los hombros de tus abrigos y camisas. Descubriste entonces que el consuelo es una necesidad humana esencial, que nos acompaña desde nuestros primeros pasos y tropiezos.
Diversas escuelas de filosofía en la antigua Grecia ofrecían a sus seguidores recetas para aliviar tristezas. La meta de sus enseñanzas era la ataraxia, una palabra que hoy suena a nombre de ansiolítico, y que significaba “ausen