Aaron Rodgers había prometido que su último viaje en la NFL sería distinto. Que el epílogo no se escribiría con nostalgia, sino con pólvora en el brazo derecho. Y vaya que cumplió. Con 41 años y el uniforme negro y dorado, Rodgers guió a los Pittsburgh Steelers a un triunfo dramático 34-32 sobre los New York Jets, en un MetLife Stadium que pasó de la euforia al silencio en cuestión de segundos.

El guion estaba servido: Rodgers regresando a Nueva York tras dos años decepcionantes como paador de Jets, y Justin Fields estrenándose como mariscal titular de la franquicia que lo rescató del olvido. Dos ex que se enfrentaban a sus antiguos equipos, dos pasados entrelazados que el calendario de la Semana 1 convirtió en teatro de máxima tensión.

Rodgers ofreció una masterclass: cuatro pase

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