Hace unos días vi con mi hija, de 5 años, la película K-Pop: Demon Hunters. Desde entonces, en casa no solo jugamos a ser cazadoras, también cantamos y bailamos las canciones que, confieso, ¡Se nos pegaron a las dos!

Entre risas y bailes, ella me mira y me dice: “mamá, eres mi soda pop”. Y en esa frase entendí que, más allá de la pantalla, lo que estábamos compartiendo era un momento que nos llenaba de energía y complicidad.

La película combina música increíble, humor, colores brillantes y escenas de acción con demonios. Aunque puede impresionar a los más pequeños, en nuestro caso la emoción ganó al miedo: mi hija terminó fascinada, quería luchar con poderes como las protagonistas y cantar como ellas.

Y en medio de esa fantasía infantil, descubrí que lo que nos hace distintas puede se

See Full Page