En un mundo que mide el éxito en cifras y el progreso en velocidad, educar el alma puede parecer un acto subversivo. Sin embargo, quizá sea el único gesto verdaderamente revolucionario de nuestro tiempo. No se trata de imponer creencias ni de sustituir contenidos escolares por rituales místicos, sino de abrir una puerta: una puerta hacia lo sagrado, hacia aquello que no se ve, pero que sustenta toda vida.

Todos los seres humanos, sin excepción, somos expresiones vivas de una inteligencia universal que vibra en cada átomo del cosmos. Esa chispa sagrada, a la que algunos llaman alma, mora silenciosamente en nuestro interior, esperando ser reconocida. Educar el Ser Interior no es simplemente transmitir conocimientos, sino acompañar —al niño y al adulto— en el descubrimiento de su propio mist

See Full Page