Ya pocas cosas nos sorprenden en el mundo de hoy. Y mucho menos que un aspirante al Premio Nobel de la Paz (eso se escucha y se lee cada día) haya decidido renombrar su Ministerio de Defensa como el Ministerio de la Guerra. Ese tipo es Trump, el hombre de las ocurrencias contemporáneas, que exporta (sin aranceles, eso sí) su ideología, entre infantiloide y autoritaria, que está minando paso a paso la libertad en su propio país y el equilibrio mundial (aunque en este apartado cuenta con la ayuda inestimable de otros muchos líderes, porque todo viene a ser ya un sindiós). Llevaba Trump una semana sin dar titulares, para alegría de muchos, tanto que algunos lo dieron por muerto. Pero no estaba muerto: como mucho, estaría de parranda (o sea, de finde, o de campeonato de golf). Cuando Trump se

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