Primero fue la cabeza de Trump en México, le siguió la de Bolsonaro en Brasil, más tarde la de Putin frente a la Casa Blanca y, por último, la de Franco en España. Este domingo, activistas antisionistas palestinos e israelíes se han hermanado en un partido de fútbol en el que han pateado una cabeza hiperrealista de Netanyahu en una acción artística que denuncia el genocidio en Gaza, en el que ya se han asesinado más de 60.000 personas por parte de Israel. Lo han hecho frente a la sede de la ONU en Nueva York antes de la celebración de la 80ª sesión de la Asamblea General de la ONU.

Esta última acción artística de protesta es resultado del trabajo conjunto del creador conceptual Eugenio Merino y el colectivo INDECLINE, quienes colaboran en estas creaciones ‘site-specific’ desde 2020 en un proyecto denominado ‘Freedom Kick’. INDECLINE se define como “colectivo artístico multidisciplinar y activista, compuesto por colaboradores de diferentes orígenes y lugares, que trabajan de forma anónima para interrumpir la avalancha diaria de anuncios, propaganda e injusticias que nos ofrecen tanto las empresas como los gobiernos”, tal y como han explicado a elDiario.es.

Los participantes de este particular partido de fútbol han sido seleccionados y evaluados mediante una combinación de contactos preexistentes en la comunidad activista de Nueva York y un casting abierto en las redes sociales en el que se invitaba a los miembros de la comunidad a participar.

Un jugador remata de cabeza con el rostro de Netanyahu

Su primer objetivo pasa por “competir dentro de la economía de la atención, de una forma que sacuda a la gente de su estado normal de consumismo hipnotizado”, según relata el colectivo. Y añaden: “La misión subyacente es siempre mantener a la gente centrada en cuestiones que requieren algo más de atención que un vídeo de TikTok para que realmente se involucren”.

Cada partido es una batalla

En el caso concreto de Palestina, desde INDECLINE recuerdan que el conflicto “sigue siendo una forma de geopolítica, que es esencialmente la organización del poder, a menudo orientada a los intereses de una sola persona”. Desde su punto de vista, para los poderosos la política es un juego, mientras que el fútbol siempre ha sido entendido a nivel mundial como el juego del pueblo. De ahí que utilicen la cabeza de autócrata de todo el mundo para golpear, en sentido metafórico, sus políticas mortales y represoras de las minorías.

Merino, por su parte, afirma que “queremos utilizar el poder del fútbol como herramienta de transformación y otorgarle el valor colectivo y social que realmente tiene”. De esta forma, cada partido es una batalla contra los discursos negacionistas, la amnesia colectiva, el odio, el racismo y la xenofobia, tal y como describe el artista. “Más que una a denuncia, estos partidos representan una fuerza contra el poder hegemónico, donde la lucha colectiva y la colaboración se presentan como una receta necesaria para los nuevos tiempos”, agrega.

Queremos utilizar el poder del fútbol como herramienta de transformación y otorgarle el valor colectivo y social que realmente tiene

Eugenio Merino Artista

Esta suerte de performance artística de denuncia política pretende retratar la situación de resistencia del pueblo palestino frente al genocidio desde una óptica global en el que el espectador se convierte en testigo de la acción, describe el propio Merino. Para realizar esta afirmación, sigue los postulados del escritor e historiador Ilan Pappé, quien afirma que Netanyahu representa un régimen que busca eliminar la presencia palestina en Gaza y Cisjordania, y transformar Israel en un Estado teocrático y excluyente. En este sentido, “el partido representa una lucha contra los objetivos sionistas y se convierte en un acto ritual de resistencia frente al genocidio”, describe el artista español.

La ONU, impasible ante el genocidio

El lugar en el que se enmarcan este tipo de acciones nunca es baladí. Esta vez, la ONU ha sido testigo de cómo pateando la cabeza de Netanyahu también se puede denunciar el incumplimiento de las resoluciones de esta organización supranacional. La ONU adoptó la definición de genocidio tras la Segunda Guerra Mundial, y según sus propios mandatos, tiene el deber de prevenirlo, investigarlo, establecer responsabilidades y actuar para detenerlo, recuerda Merino. 

Sin embargo, “hasta ahora no ha habido una declaración unificada por parte de la ONU que califique formalmente estos crímenes como genocidio, lo cual implica un incumplimiento de sus deberes”, critica el mismo artista, quien demanda que Europa también debería actuar.

El colectivo artístico y activista considera que tenemos que juzgar cualquier sistema por cómo trata a sus miembros más vulnerables. “Supuestamente, sacrificamos mucho como miembros de estas organizaciones globales, con la idea de que están imponiendo algún tipo de justicia”, argumentan. Al mismo tiempo, “cuando se observa cómo funcionan, ciertos miembros (especial e históricamente Estados Unidos y Rusia) simplemente ignoran las resoluciones que no les gustan, o las vetan, una vez más, al estilo de un rey enfadado”, ilustran.

La cabeza de Netanyahu en la red de la portería

La crítica, sin embargo, va mucho más allá: “Incluso una resolución de la ONU que permitiera bombardear a niños en virtud del derecho internacional sería incorrecta. Y punto. No importa quién dé el permiso. Los derechos humanos son derechos humanos”. Según la óptica de INDECLINE, los derechos humanos “no provienen de los gobiernos, sino de nuestro sentido subyacente de lo que significa ser humano y de lo que se necesita para seguir siéndolo”.

Contra el silencio cómplice

INDECLINE recalca que no se dedican a realizar demandas a los gobiernos: “Como anarquistas, animamos a la gente a tomar las riendas de sus propias vidas en lugar de confiar en un grupo de reyes benevolentes que los guíen a salvo de los peligros de cualquier tipo de pensamiento crítico”. Su demanda principal es que sea la “gente normal” quien asuma la responsabilidad del genocidio que se está produciendo actualmente.

El colectivo activista recuerda que en el anterior gobierno del apartheid de Sudáfrica fue la presión de la “gente normal” la que obligó a cambiar la política gubernamental: “En la base piramidal de cualquier construcción o gobierno están las personas individuales, seres humanos que tienen sus propias políticas, sus propias necesidades, deseos, responsabilidades y moralidad”. “Es fácil perderse en esa rutina, pero lo que estamos dispuestos a ignorar es lo que algún día podríamos vernos obligados a soportar”, inciden.

Para no perderse en esa rutina, la labor de los artistas es crucial. Para Merino, vivimos un tiempo en el que “las democracias están siendo socavadas en muchos lugares del mundo”, y en este contexto, los artistas —como figuras públicas con capacidad de influir en la opinión pública— pueden desempeñar un papel importante. “Su voz puede animar a otras personas a posicionarse, a cuestionar el poder y a abrir caminos para la defensa de las libertades civiles”, resume.

Un momento del partido con la cabeza de Netanyahu para denunciar el genocido

Asimismo, recalca que el arte siempre ha estado ligado a la crítica, la resistencia y la memoria. Por eso, “ante campañas de silenciamiento, como la que está ocurriendo con la causa palestina, el papel del artista se vuelve urgente”. Del mismo modo, considera que “callar ante la injusticia es una forma de complicidad” y que “el compromiso de los artistas con las causas sociales y políticas es una parte esencial de su papel en el mundo”.

Trump, Bolsonaro, Putin y Franco

INDECLINE cuenta con miembros activos y fundadores con experiencia en filosofía, cine, arte performativo guerrillero, teatro, vandalismo y pequeños hurtos. Aunque tiene su sede principal en Estados Unidos, INDECLINE también cuenta con miembros activos en Sudamérica, Europa y México. No es la primera vez que se hermanan con Merino para denunciar el odio en el mundo a través de partidos de fútbol con las cabezas de autócratas.

En Tijuana, frente a la valla fronteriza que separa México de Estados Unidos, se llevó a cabo uno de los partidos con la cabeza de Trump. En São Paulo, jugadores del colectivo LGTBIQ+ —uno de los más afectados por las políticas de Jair Bolsonaro— patearon la cabeza del expresidente brasileño. En Washington DC, la cabeza de Vladmir Putin fue utilizada frente a la Casa Blanca. Y en España, antifascistas disputaron un partido con la cabeza de Francisco Franco frente a las trincheras de las Coves del Toll en Moià, lugar que en 1939 fue escenario de la defensa de la República frente a los fascistas.

Todo ello les ha granjeado cierta persecución por parte de los tiranos que representan en las cabezas hiperrealistas. Por ejemplo, el Gobierno Federal de Brasil acusó a la sección brasileña de INDECLINE de una serie de delitos federales. Estas acusaciones fueron posteriormente retiradas, pero no antes de que Bolsonaro apareciera en múltiples entrevistas televisadas para condenar el proyecto, lo que provocó amenazas de muerte a INDECLINE y la divulgación de las direcciones particulares de los participantes locales.

En este sentido, Merino es consciente de que las carreras profesionales de artistas como él pueden verse truncadas por la participación en este tipo de acciones. El partido frente a la sede de la ONU ha sido el último del proyecto ‘Freedom Kick’. Después, las cabezas utilizadas se convierte en parte del material que se exhibe en galerías, museos o espacios culturales junto con los vídeos y todos los archivos de la acción. “Sabemos que, si callamos, somos cómplices de un genocidio en tiempo real”, finaliza el artista.