Parece que esta semana empiece todo. Es el caso del curso escolar, que en Cataluña se desarrollará sin teléfonos móviles, que no se podrán utilizar ni con fines educativos. Bienvenida sea la rectificación, aunque nos devuelva a la ley del péndulo. Hubo años en que si en la escuela no había pantallas estábamos perdiendo el tren de la modernidad educativa, y ahora, asustados por las consecuencias de la dependencia de las pantallas, las prohibimos. Está bien, pero todo el mundo sabe que el problema es más profundo: si las pantallas devoran a los padres de los alumnos (que es lo que ocurre), acaban devorando a los alumnos.
El análisis de Antoni Bassas: '“Hay que cavar la fosa” del gobierno de Sánchez. Así habla el fascismo'

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