La madrugada del 6 de septiembre dejó una herida abierta en Neiva. La muerte de dos jóvenes auxiliares de Policía en un accidente de tránsito no solo enluta a sus familias y compañeros, sino que ha detonado una ola de protestas, cuestionamientos institucionales y un clima de desconfianza hacia las autoridades locales.
Lo sucedido no puede reducirse a un simple siniestro vial. Las versiones de testigos, que señalan una posible persecución de agentes de tránsito y el uso de maniobras irregulares para detener la motocicleta, son de tal gravedad que exigen una respuesta inmediata, clara y transparente. La ciudadanía no puede quedar atrapada entre el silencio oficial y los rumores de redes sociales. La verdad debe ser esclarecida sin titubeos, porque el dolor de la ciudad no admite dilaciones