En un mundo donde más del 80% del valor de las empresas proviene de activos intangibles —como marcas, patentes, software y secretos industriales—, llama la atención que muchos directorios aún operen como si el valor de la compañía estuviera en sus activos físicos.
Resulta aún más difícil de comprender, si consideramos que los principales indicadores internacionales de desarrollo incluyen la innovación como variable central. El Global Innovation Index de la OMPI, por ejemplo, mide no solo el gasto en I+D, sino también outputs como patentes, software y marcas, reconociendo a la innovación como motor esencial de competitividad. Lo mismo ocurre en los estudios de la Ocde, que desde hace años advierten que el crecimiento sostenido depende cada vez más de la capacidad de los países para generar