Se dice que una persona conforma hasta los seis años la materia de la que acaba siendo una escultura: un bello David marmóreo o un abstracto artefacto de ARCO. Cuidado: la abstracción no sólo no es mala, sino que es el alma de la imaginación y la creatividad. Es precisamente esa capacidad humana una de las que se han visto mermadas en muchos menores –ya más de una generación– por causa del prodigio informático. Otra, la complejidad en los análisis de los problemas, y otra más la capacidad de expresión; sobre todo, la escrita. Prodigio: no es ironía. El mundo digital es prodigioso, es encantador, provoca inmensos placer y eficiencia. Ese es el activo de la cosa. Pero es evidente que tiene sus pasivos: no hay duros a cuatro pesetas, ni chollos sin un bicho malo detrás de algún matojo. Antes
Lápiz y papel, niños

29