Un reciente neurorrecital ha permitido al público "mirar dentro" de la mente de un concertista mientras toca. Visualizando las conexiones neuronales del pianista Nicolas Namoradze en directo, los espectadores pudieron comprobar cómo la calma de una pieza de Debussy genera una actividad cerebral mucho más serena que la tormenta neuronal desatada por una sonata de Beethoven.
El creciente interés por la conexión entre la música y el cerebro ha dejado de ser un campo exclusivo de la ciencia ficción para convertirse en una disciplina de estudio rigurosa y prometedora. Un ejemplo sorprendente, recogido por el neurólogo Oliver Sacks en su libro de 2007 Musicophilia , es el de un cirujano ortopédico que, tras ser alcanzado por un rayo en 1994, desarrolló una pasión irresisitible por la música