“Vilas, usted no me ha dejado nada por hacer”, le dijo Antonio Domingo Bussi a Adel Edgardo Vilas y el destinatario de la frase se debatió entre el orgullo y la frustración. El encuentro se produjo el 18 de julio de 1975, en Tucumán, cuando Vilas debió entregarle a Bussi el mando de la V Brigada de Infantería y también el del “Operativo Independencia”, a cuyo cargo había estado desde el comienzo, diez meses antes. El orgullo se debía al reconocimiento – algo que por su personalidad siempre buscaba – a la misión cumplida; la frustración, a la certeza de que lo desplazaban por razones que no eran exclusivamente castrenses y que, al sacarlo del medio, le impedían terminar su trabajo, que iba mucho más allá de haber derrotado a la guerrilla del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que h

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